Arzobispo celebra Misa en el Santuario de Querecotillo

Hoy IV domingo de Cuaresma, Monseñor José Antonio Eguren Anselmi S.C.V., celebró la Santa Misa en la Parroquia San Francisco Javier de Querecotillo (Sullana), Santuario del Señor de la Buena Muerte de Chocán. Nuestro Pastor arribó a esta localidad para ofrecer la Eucaristía por las víctimas y damnificados de los desastres naturales y para pedirle al Señor de Chocán que nos conceda un tiempo sereno, sobre todo en estos momentos en que las lluvias han vuelto a arreciar y los caudales de los ríos amenazan con desbordarse. La Eucaristía fue concelebrada por el P. José Sandoval, Párroco del lugar y el P. Clever Santur, Párroco de la Parroquia “Santo Toribio de Mogrovejo” de Lancones.
Durante su homilía nuestro Arzobispo reflexionó sobre el pasaje de la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41): “Vivimos momentos difíciles y dramáticos en Piura y Tumbes. En primer lugar pidamos al Señor para que nos conceda un buen clima. Que no hayan más muertos ni damnificados. Que las crecidas de los ríos y quebradas no produzcan más muerte y destrucción. En estos momentos podemos tener la tentación de pensar que el Señor está lejos de nosotros y que no le importamos. Pero el relato del Evangelio de hoy nos llena de consuelo, porque así como Jesús tomó la iniciativa y se acercó al ciego de nacimiento para curarlo, podemos tener la certeza que nos da la fe, que hoy Él se acerca a nosotros en medio de nuestro dolor para traernos el consuelo de su amor. El Señor no nos abandona nunca, sino que siempre actúa y salva. Tengamos ésta seguridad para que así nuestra esperanza y alegría se vean renovadas”.
Prosiguiendo con su reflexión nuestro Arzobispo dijo: “Jesús está con nosotros en medio de nuestra desgracia para abrazarnos, amarnos y abrirnos los ojos a la luz del amor. Y, ¿qué significa esto? Que así como Él le abrió los ojos al ciego de nacimiento, hoy quiere abrirnos los ojos de nuestro corazón para que saliendo de las tinieblas de nuestro dolor, amargura y angustia nos acerquemos a los hermanos para llevarles el consuelo de nuestro amor fraterno. ¿De qué manera? Compartiendo lo poco que tenemos con aquel que pasa más necesidad que nosotros, o dándole al hermano que esta desmoralizado una palabra de aliento o un abrazo que le de serenidad y fortaleza, o haciendo de esta hora difícil una ocasión para dejar de lado todo lo que nos divide y más bien estar más unidos que nunca”.

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