Miércoles, 7 mayo 2025
Este año, el Día de la Madre será un día de duelo para Blanca Panta. No habrá abrazos ni flores. Solo el vacío y el dolor de haber sepultado, a cuatro días de la fecha, a su hijo Darwin Javier Cobeñas Panta, de 31 años, asesinado junto a otros 12 trabajadores en la masacre de Pataz, región La Libertad.
La madrugada del lunes, el ataúd blanco llegó al centro poblado Dos Altos Norte, en el distrito de La Unión. Fue recibido en medio de un mar de lágrimas, pancartas y gritos de justicia por parte de familiares, amigos y vecinos que aún no logran asimilar el horror de lo ocurrido.
“¡Justicia para Javicho!”, clamaban al unísono, mientras cargaban el féretro del joven que soñaba con un futuro mejor para los suyos. Darwin había viajado a Pataz con la esperanza de ahorrar dinero y dejar definitivamente el trabajo en la mina. “Me dijo que era su último viaje, que ya no regresaría más a ese lugar”, cuenta su madre entre sollozos. Su promesa quedó truncada por la violencia.
Darwin también tenía un anhelo familiar: celebrar con todo el quinceañero de su hermana menor, hoy de 13 años. “Le decía: yo te voy a hacer tu fiesta, más bonita que la de Tania”, recuerda Blanca, quebrada por el dolor.
“Él no era un delincuente. Era un muchacho trabajador, tranquilo, que solo quería darnos una mejor vida. Exijo justicia y cadena perpetua para los responsables. Que estos crímenes no queden impunes”, pidió con la voz rota la madre que, este domingo, vivirá el Día de la Madre con el corazón hecho pedazos.
