Santa Misa con el Señor de los Milagros

Queridos hermanos y hermanas en el Señor de los Milagros:
El Evangelio que hemos escuchado (ver Lc 8, 42b-48), nos presenta a un personaje que sobresale por su fe y su audacia.
Se trata de una mujer quien por doce años venía sufriendo grandes pérdidas de sangre, una enfermedad vergonzosa en los tiempos de
Jesús, y que la ley de Moisés mandaba a quien la padecía, a que no tuviera contacto con los demás, porque se le consideraba una persona impura (ver Lv 15, 19-30). Es decir la pobre mujer estaba condenada a vivir excluida, incomunicada y aislada. Al decir del Papa Francisco, la mujer de nuestra historia era una persona descartada, quien al dolor de su enfermedad se le añadía el dolor de la soledad y el abandono.
San Marcos (ver Mc 5, 26) nos dirá que esta pobre mujer había consultado a muchos médicos, soportando tratamientos dolorosísimos, y que había gastado todo su dinero con la esperanza de curarse, pero que en vez de aliviarse había empeorado. Es decir además del dolor de su enfermedad y soledad, se agregaba a su vida la pobreza material. Pensemos por un momento en el drama de esta mujer: Está enferma, está sola y está sumida en la pobreza. Pero ella no desespera. Cree que Jesús puede curarla. Por grandes que son sus problemas sabe que no está totalmente sola, que Jesús puede acogerla y salvarla.

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